La Sabiduría compañera de mi vida.
Despliega su fuerza de una frontera a otra del mundo y administra todo con bondad.
Desde mi juventud la amé y la he buscado; me he esforzado en desposarla y me enamoré de su belleza.
Su intimidad con Dios hace brillar su noble origen; amada del Dueño del universo, está instruida en la misma ciencia de Dios y lo acompaña en sus obras.
S i en esta vida codiciamos la riqueza, ¿cómo no vamos a codiciar por encima de todo la sabiduría, que todo lo rige? Si la inteligencia es la que obra, ¿quién es más activa en el universo que la sabiduría?
¿Amas la justicia? La sabiduría con sus obras es madre de las virtudes; ella enseña la temperancia y la prudencia, la justicia y el valor; pues bien nada en la vida es más útil a los hombres.
¿Deseas aprovechar una larga experiencia? Ella conoce el pasado y calcula el porvenir, sabe descifrar máximas y enigmas conoce de antemano las señales y los prodigios, lo mismo que la sucesión de las épocas y de los tiempos.
Por eso decidí hacer de ella la compañera de mi vida, sabiendo que sería mi consejera en los días felices, mi consuelo en mis preocupaciones y penas.
Gracias a ella, me decía, tendré fama entre los hombres y, aunque joven, los ancianos me tendrán consideración. En mis juicios me hallarán agudo y los poderosos me admirarán.
Si me calló, se quedarán a la espera si hablo, prestarán atención: si alargo mi discurso, se pondrán la mano en la boca.